BLOG DE POESÍA

POEMAS DE MANUELA PASO

domingo, 24 de agosto de 2014


LOS MUERTOS

 
Tengo unas alas que cortan un nocturno en la memoria.
No son de ángel ni se han congelado en las esfinges.
Son de un diseñador onírico
en una pasarela de tinieblas y claveles.

 Precipicios de zapatos.

Caudales de dientes y relojes.

Fosas de cráneos con el meñique de la bala y entre metatarsos,
el indulto.

Demasiadas
alas de tierra barnizada;
alas nadadoras por la calle central de la muerte

y el  pelo apolillado en los posos.

Vuelo
con siluetas que me siguen
por el cabo de la médula y tiran de mis pies
los enterrados no enterados
de los índices de la noche

y sus crónicas.

Pedradas de extraterrestres me avergüenzan
y respiro
por debajo
de una tierra
genealógica.

Lo que sigue
es un círculo en el despertador
reservado a la recuperación de datos:

no avanzamos vivos

sin solucionar a los muertos.

jueves, 30 de enero de 2014

INICIALES

Voy a atreverme a decir que ahora sí,
después de la pareja del espacio,
tus hombros son de sed y de sidra.
Voy a decir:
tus costillas con mi cérvix,
mis aductores para el paladar blando,
la línea de la vida sobre mis pezones.
Porque nadie escucha y aunque lo hiciesen,
insistiría en la cáscara de nuestros sexos,
haciéndome la mujer de los azules crujientes.

Ha pasado demasiado tiempo
y aporto pruebas
de cómo subes el volumen a las ventanas
y una ráfaga de plumas
entra en la bañera negra de los años pálidos
a cambio de un enjambre de burbujas con nuestras iniciales.

A pesar del tiempo,
en el que te manipulé
para que calzases cariátides y cafeteras ardiendo,
ahora crece un roble con palomas en el salón

y es elástica la muerte, la saliva y el pasado.

martes, 7 de enero de 2014

ORGÁNICA

Estaba dispuesta a escribir “crisis” o “estafa”.
Y siglas como cuerpos de sangre.
Yo también tengo guillotinas como labios cuando digo
“Sois unos hijos de la gran puta”.
Con el panfleto en el tercer ojo escribo como vainica,
como “sus labores” escribo.

Entonces recurro a crímenes de sándalo.
A solas una Frida Kahlo escarlata se mete en mi oído izquierdo
y un gato negro como el látigo va con ella y va conmigo.
Un polvo de alas incautas teclea manos que borran
lo que se chilla en los comedores públicos.

Esperaba con el aura del aire acondicionado
cuestiones gruesas como patadas o balas.
Sin embargo llegan otros amiantos.
Llegan
las pajas que me lloré con tus cartas húmedas como termas.
Llegan
los lagos amarillos de mis animales  
enjuagados en el nenúfar de la boca de los niños.
Llegan
las bragas de las mujeres calientes
mariposas entre sábanas crisálidas
Y digo:
me comería tu placenta para arañar del carbón y de los cielos.
Y digo:
Edenes acumulados.
Y digo:
somos violados por las iguanas.

Consisto en la palabra “Mamá”,
mamá, mamá, mamá hasta los callos
y admito con  furia naranja en los lomos
un cubo de basura orgánica llamada “yo misma”
y nunca la llamo “el otro”.
No obstante
acudo a las colas como cuernos con todos los jodidos
cuando me echo en este pulso,
palabras a tratar tan mías

como el despeñamiento.

martes, 27 de agosto de 2013

EL MÉTODO

Teatro es cuando levanto  
un muñeco de arroz en los  brazos empolvados
y lloro dentro de una camiseta negra  

un racimo de golpes.

Cuando digo que
soy la madre de las manzanas o un tigre arrodillado ante un rifle azul;
y en las hebras aplaudidas, esa que casi soy  

saca del estómago una hortaliza de angustia y un abecedario ronco.

Pero si de mis tetas estratégicas
a mis pozos
apareces

desnudo en autopsia refleja,

porque es la etiqueta de acero en la que ya no cuento y me despido de ti
con las gafas de sol en el hígado,
sin maquilladores ni sastras, ni ministerios ni ensayos,

es entonces cuando digo:
esto es mi grito y mis rodillas.

Esto es mi ortopedia líquida.

jueves, 22 de noviembre de 2012

IDA Y VUELTA



Oigo la voz de mi madre en sueños. 

Mi madre no está muerta cuando llega a mí encendida,
vive en una casa con las ventanas abiertas y se vierte visionaria en una silla blanca.

También está la mujer con quien sembró su vida:
la otra madre con quien crecimos como águilas.

Hay muchas palabras que viajan de ida y vuelta
y hacen parada en la estación de mis brazos:

los gatos bostezan esponjosas geometrías,
mi pecho es una caja de cristal y las bocas descuelgan fórmulas,
relojes deshidratados,
árboles pintados con la mano izquierda.

Nadamos esa luz que en las peceras callejea:

ahora confío en todo
con un arroyo, un verano y una manzana en los ojos.

Confío hasta que un disco rayado de conciencia me hace preguntar

si están vivas como yo o yo
muerta como ellas.

viernes, 12 de octubre de 2012

1983



A Juana Ginzo.

 Ella se queda desnuda con unas bragas negras.
Yo la miro.
Ella es mayor, es vieja.
Ella es observada en silencio por el resto en la piscina.
Ella me mira.
Ella sube al solarium. Yo la sigo.
Ella es libre como el escáner del sol sobre el agua.
Ella se refresca en la ducha.
Ella ríe, habla, se tumba en una toalla naranja:

yo me quemo los pies y de lejos la observo.

Yo no he visto nunca una mujer hermosa y vieja, desnuda.
Yo tengo 14 años en 1983.
Yo no soy libre en 1983.
Ella sabe lo que pienso y lo que anhelo.
Ella sabe que quiero ser ella algún día.
Ella disculpa mis ojos firmes en sus tetas, en sus piernas, en sus bragas negras casi:
ella es una niña como yo.

Yo sé ahora su nombre.

jueves, 24 de mayo de 2012

ÚLTIMA SESIÓN

“Somos una experiencia visual”
                                                                                                           Bert Stern



Habitación de hotel.
Imposible decirle a Marilyn Monroe: “Desvístase, soy su fotógrafo”.
La número 261:
bicolor, geométrica,

muselina y tantas joyas como me sea posible conseguir.

Intentarlo, tengo que intentarlo:
la meteré en el porvenir de las sábanas;
necesitará los ojos de continuo y mi confianza azul

la tranquilizará.

Acudirán sus manos a mis extremos
pero tengo frías las sienes y sólo diré: “Es usted muy hermosa, Marilyn”.

Insistiré en que la luz la maquille tan sólo y se negará.
Se negará seguro. Pero insistiré

porque la mano del cielo la hace limpia
y hay un hueco en su cuerpo donde guarda una nota de suicidio.
Voy a gobernar

esa ternura de orfanato y posarán para mí
esas piernas de acogida.
La despojaré de abortos, abusos, barbitúricos y por fin

desnuda me confesará: “Tengo treinta y seis años y esta cicatriz”.
En el borde de la cama

le mostraré íntegro que no le tengo ningún miedo. Después

tiraré de la cadena por ella como han hecho todos sus maridos
y le haré fotos despacio, dulcemente,

hasta la completa oscuridad.


miércoles, 7 de marzo de 2012

PAPIROFLEXIA

Tú tenías un hombre.

Tumbada sobre testigos de peluche,
mi sudor fronterizo y la costura inexperta de mis vaqueros.

Él veía la televisión a goterones con el olfato en el túnel de las piernas.

Nos movíamos como piezas en un tablero caliente:

en el dormitorio maquillando el temblor de ti misma y sobornando a una peluca, tú;
en la cocina con la camiseta rota y el pelo en sombras, yo.
Desde el salón, nos miraba a las dos con la lengua de los perros.  

Pero tenías ese hombre para ti
como lingotes de fuerza, como un paracaídas libre, como una lanza de oro.

Yo sacudía una vergüenza desamparada
que transparentaba mis rodillas, el ombligo,

un hombro quemado.

Y él, que era tuyo, hacía papiroflexia con mi fondo:

avión, barco, pájaro, camello, rosa, pez,
manzana.

Y tuyo
flagelaba sus tiempos contra mi hora escasa:   
se mecía en el irse de las manos.

Hasta que,
deslizada por el pasillo la afonía del sexo,
tus celos
ponían el despertador.





martes, 25 de octubre de 2011

ÚLTIMO LLANTO EN PARÍS

Se trataba de llorar con todas sus lágrimas y Marlon Brando
estaba muy hermoso en aquella película

como una rosa colgada boca abajo a la que maquillan el desprendimiento.

Nada de nombres
le decía él a ella en un colchón sin norte ni sur;

con las esquinas de la carne como el único lugar al que volver.

Sin citas previas, sin comida en el frigorífico, sin sillas ni mesas;

recordar que había una escalera de mano abierta por la que los amantes transitaban
tristes o desnudos.

Se trataba de hacer llorar a Marlon Brando con todas sus lágrimas en aquella película:

Marlon el viudo salvaje,
follador ceniciento
que tenía una mujer y un hijo en cada isla;

que en su pecho se abría una cortina que daba paso a las nubes y al exilio de los pájaros.

Este hombre dice entonces que no puede llorar,
que no tiene lágrimas en aquella película

y cierra las tapas rojas de su alma sin cinco ni acción.

En el centro Bertolucci que astuto lo acaricia,
lo prepara como al niño que tomará un jarabe demasiado amargo:

Marlon, cuéntame ese sueño de hace un año en el que
asistías al funeral de todos tus hijos 

y un presagio de retratos fríos naufragaba en la respiración.



MASTECTOMÍA



 Zigzag de una dentellada en el pecho.

Supongo que yo tenía que estar en ese presente de internada luz
cuando tú
posaste rendida a las curas y los antibióticos.

Supongo que yo no debí hurgar en bolsillos de memorias y sacar

ante mí tu fotografía
desnuda como un río de leche de cuatro partos; primogénita envidia

no tan bella, no tan dura,
no tan misteriosa,

no tan sexualmente veraz como tú.

Supongo que era inoportuno protestar en las cenizas de la incitación
como si todas las hijas de las hijas
fuésemos hacia un igual
y supongo

que fue sabio que rindiendo la bandera blanca del dolor,
te mostraras más comprensiva que yo contigo y me permitieras

salir de la habitación con aquel exorcismo placebo:

“Vete de aquí, hija
y no mires, no mires,
no me mires.”

PSORIASIS


Una vez
mis sábanas filtraron la vergüenza.

Algo pasó con los míos.

Lo dice este pijama rojo talla 12 y mis bragas troqueladas.
Lo dice este jabón de azufre en mi piel que no persona:

que coral,
que piel celosía;

que cuerpo monologante en el que viaja más rápido el dolor de todos
que la propia historia.

Soy un vehículo.

En esta psoriasis baila mi abuela analfabeta
su oleaje prohibido entre las piernas.

En esta psoriasis testifica mi madre amenazas paternas
a cambio de unas onzas de silencio con chocolate;

En esta psoriasis

hablan los abortos en agua caliente,
la cárcel,

la pobreza desmayada.

Agoniza mi padre
mientras la promesa ventrílocua de que voy a escribir pase lo que pase
se ata a la garganta de esa enfermera.

Fuí el vehículo en una escama.
Si ahora me desnudase seguiría el grito,
las violetas,
un hombre llamando al timbre,
las hijas sin derecho a guirnalda en la escalera,
un pájaro acabado en el felpudo,
pelos negros y
un disfraz de princesa de Galerías Preciados que no encontró la salida.

  

domingo, 6 de marzo de 2011

TANATORIO



Hija
esta noche,
cuando todo el mundo se fue,
me elevé desde el tanatorio hasta tu cama
y te vi dormida.

Puse mi oído blanco sobre tu corazón
y estabas dormida.

Tu pareja te abrazaba
y dormíais.

No he sabido, entonces, qué hacer con el vapor de palabras
que traía  para ti el camino.
Para vosotros.

No he sabido qué hacer, entonces
con la insignia de plumas que para ti enramó el mar.
Para los dos.

Tampoco he sabido cómo brindarte el Aria
que la noche vertió para el esclarecimiento de la verdad.

Para el esclarecimiento de ambas.

Hija,
no me he atrevido a despertarte.

A pesar de saber
que mañana correrás hacia mi cuerpo álgido, cuesta abajo
como una pasajera sin billete a lo desconocido.

A pesar de saber
que suplicarás que nos dejen a solas un minuto
                                                            y otro                                                    y otro 
y te dirán que ya no más y gritarás

y gritarás y te sujetarán. Te sujetarán

y te darán una pastilla para los nervios.

Hija mía, mi amor, duerme
porque me consta que mañana
llorarás
                                             y llorarás                                                   y todo tu tiempo.

domingo, 30 de enero de 2011

TÚ NO TENDRÁS UNA MUJER ESTA NOCHE






Tú no tendrás una mujer esta noche.
Acepta los hechos.

Las doncellas caprichosas
se apiadan sorprendentemente esta noche
de ese cerdo indultado.
En su piara
le sonríen, le hacen gracias,
le dan besitos rosas en su desproporcionada cabeza.

Es frustrante pero
tú no tendrás una mujer esta noche.

Ellas han decidido sacar a pasear sus lebreles.
Les llevan comida dentro de sus sujetadores de Snoopy
y en sus pantys se huelen entramadas.

Así que admítelo.
Tú no tendrás una mujer esta noche.

Tetas salpicadas de brillantitos y pasos amarillos de Converse
a por unas copas.

Un caballo relincha en la barra, gozoso
ante la mirada de dos madrastras:
también éstas
están ocupadas
esta noche.

Pensaste equivocadamente que serían más fáciles:
son rápidas, listas y no marean.
Sin embargo,
intrépidas y borrachas,
se tiran a las crines de este alazán
como si se  atreviesen a acostarse con un hijo.

El semental cabecea entre dos mujeres y tú
no tendrás ninguna esta noche.


Sé comprensivo. Escúchate
olfatear tranquilo
todos esos perfumes en todos esos vaqueros
y mientras dejas que se cobren los otros el botín,
imagina templado
el peso de los ombligos bajo las ropas de las camas.

Sé sabio. Todo llega. Sonríe

asumiendo la carencia de un sudor golosina,
de un halago en voz baja con la música alta,
de una disculpa ante el empujón
que deja en evidencia una vacilante virilidad.

Aunque la noche
no te ofrezca la mujer que  mereces,
hazte un verdadero hombre entre los animales.




lunes, 3 de enero de 2011

VENGO DEL HOYO



Yo vengo del hoyo.

Vengo de las manos de mi padre y los ojos de mi madre.
Vengo de un hígado destrozado y unos pechos blancos bien negros.

De los vencidos y los condenados, vengo.

Y vengo de esas que quitan los hombres a las otras y,
después,
cuando esas les gritan su pena muda,
ellos las abandonan
y vuelven con las otras.

Nací en un hospital de una mujer y otra mujer porque mi padre no estaba;
él
tocaba un piano en una casa con una hija
a la que amó.

Actualmente disimulo, me maquillo,
me curo en salud.

Pero la verdad es
que yo vengo del hoyo.



domingo, 2 de enero de 2011

NECESIDAD


Es una cosa extraña
pero en la tumba de mi madre hay un hueco por el que cabe una mano.

Alguna vez
he acariciado ese vacío estigio entre nuestras dos vidas,
sin temerle a ese minuto de contacto
pues sólo se trata de una devastadora necesidad de perdón.

Es posible, sin yo sentirlo,
que mi vínculo tembloroso
roce aquella carta que le escribí al morir
donde le confesaba que la amaba a pesar de todo.

Y en la tierra que no alcanzo
se revolverán también las versiones silenciosas de mis hermanos,
nuestras fotografías de niños disfrazados de distintos,
dos euros para Caronte
y aquella virgen ortodoxa que lo presenció todo.

Es extraño, sí,
pero en la tumba de mi madre hay un hueco por el que entra y sale

mi mano.